martes, 1 de abril de 2014

Un cuarto abandonado











































Hace algún tiempo ya había recorrido ese mismo camino, por poco y lo olvido completamente, pero apareció en sueños, obligándome a recordar. El camino es una suerte de atajo entre Pueblo Viejo, un sector casi rural de La Estrella y la parte central del municipio, un lugar transitado por residentes del sector o de las fincas y de vez en cuando por estudiantes de la zona. Según lo que recuerdo había una leyenda sobre las casas abandonadas del camino, decían que habían sido de Pablo Escobar, las habían abandonado en plena construcción y según los huecos de bala, que hoy creo que imaginé, tenían una historia turbia.  La historia real no la sé, pero recuerdo las casas, en ese entonces rodeadas de un paisaje más agreste y seco, que hoy ha recuperado casi por completo la vegetación local. 

Tenía que volver, no sólo para confrontar el recuerdo, sino para dejar algo en el camino, una suerte de guiño para quienes lo transitan y dejar un testimonio de mi paso por el lugar, marcándolo como parte de los caminos que alguna vez he tenido la dicha de caminar. De las 3 casas abandonadas, ya casi escondidas entre una espesa grama, escogí probablemente la más particular y sin duda la menos poblada por plantas e insectos, la más pequeña de las 3, justo en la mitad del camino entre ambas, no me explico que podría haber pretendido esta construcción, apenas tiene el tamaño suficiente para un pequeño cuarto, un cuarto en la nada.

Mientras pintábamos un caminante nos preguntó (a mi colega Nino y a mí): ¿están viviendo ahí? No respondimos nada, pero lo cierto era que por un breve lapso, sí. Y aunque no me quede allí, lo adecue cual si fuera hacerlo, ahora es un cuarto algo rosa, algo violeta, y si lo pienso bien allí deje habitantes, una diablita y sus amados, unos susurros y las canciones que sonaron en la lejanía mientras, le dábamos otro ambiente al cuarto, algo más al estilo del “chico de mi barrio, con la cara sucia y el cabello largo”.