domingo, 20 de octubre de 2013

La visita


No sé qué tan real pueda ser, pero en mi percepción desde el mundo del porno se han alimentado un buen número de fantasías sexuales, que a veces me pregunto qué tan reales pudieran llegar a ser en la vida cotidiana: la chica solitaria caliente de tetas gigantes que espera una pizza, tocan la puerta, es el repartidor que con un mostacho poco halagador está listo para entregar su doble porción de salchichón. BAM. Si claro, claro, esa y otras cuantas, pero para este caso me remitiré a una en específico: el técnico. Llega a arreglar las tuberías justo cuando estas con tu bata rosada corta, en un día especialmente veraniego que incita a perder el recato y decirle: Aquí tengo otra plomería que necesita atención. BAM.

 No cuestionaré que tan común sea esta fantasía entre las mujeres, no lo sé, y hasta hace poco me había parecido una fantasía con unas bases muy poco certeras en la realidad, durante los años que he recibido técnicos en mi casa jamás me he topado con alguno que pudiera, remotamente, despertarme alguna fantasía erótica, casi siempre se trata de hombres muy mayores, con los que ni aunque tuviera complejo de Electra me interesaría intimar, y si se trata de jóvenes, muy pocos de ellos han resultado interesantes a mi ojo.

Últimamente, y desafortunadamente, he tenido que recibir un buen número de visitas de técnicos gracias a contar con un sistema desactualizado de Internet, la banda ancha, adquirido tan pronto el molesto servicio de Internet conectado al teléfono quedo en desuso-por fortuna- pero desde entonces no habíamos actualizado el servicio, y con un modem casi tan viejo como la perrita de la casa, era de esperarse que comenzara a presentar fallas,  llevándome al punto actual, en el que llamar a la empresa que presta el servicio y pedir por el técnico era cuestión  de cada 4 meses.

En estas periódicas visitas, siempre han sido técnicos regulares, como los ya mencionados y a quienes, para detrimento de su sexappeal, hay que agregar que son bastante inoportunos: llegan después de las horas pactadas o a veces simplemente no llegan, se demoran demasiado en arreglar el problema, para que este vuelva en cuestión de meses  obligándome a llamar de nuevo y repetir el ciclo…definitivamente mata pasiones.

En esta última oportunidad, y en contra de mi voluntad, volví a llamar, bajo la presión de la inestabilidad insoportable del internet que cada 5 minutos fallaba; a sabiendas de que seguramente tendría que soportar otra tediosa visita del técnico, llamé un viernes y desde la empresa me aseguraron que debían comunicarse conmigo en un plazo máximo de 3 días, no lo espere con mucho ánimo, y tenía cierta esperanza de que el modem por si solo se arreglara para no tener que recibir la visita, pero no.

Llamó un sábado el técnico en cuestión, diciéndome que ese mismo día tenía que realizar la visita, “¿no es posible el martes?” le pregunte y me dijo que no, que era ese mismo día en la tarde, no tuve otra opción y le dije que sí, posponiendo entonces los planes de tarde que tenía, contando además con que ya eran las 4 pm, así que debía llegar en cuestión de 2 horas, según mi lógica, y… ¡oh sorpresa! no se presentó, ni llamó.

Eran ya las 10 am un Domingo por la mañana y yo seguía dormida-porque fuera de ser dormilona, tuve que aguantar la fiesta ajena y me permití dormir hasta más tarde-  los ladridos de la perrita me levantaron- y no de muy buen humor- porque alguien tocaba la puerta, me asomé en mi pijama improvisada de top y chores y me di cuenta que era el técnico, que seguramente ya había tocado varias veces y estaba a punto de irse, me vestí lo más rápido que pude y salí, logré gritarle antes de que prendiera su moto para irse, la perrita se salió del apartamento para ladrarle mientras se bajaba de la moto y tuve que bajar por ella.

Mientras subía con la perrita en los brazos y el técnico tras de mí, lo miré sin ocultar mi molestia, queriéndole reclamar que no apareciera el sábado y que ni siquiera llamara antes de decidir presentarse esa mañana, y justo cuando llegamos y estaba decidida a hacerle entender mi indignación ante situación se quitó el casco y por primera vez vi a un técnico merecedor de una fantasía. Me quede en blanco y sólo fui capaz de decirle, tranquilo, que ella ladra, pero no muerde, no le haga caso.

Si… si, no es justo pasarle una impertinencia a alguien sólo porque es lindo, pero este hombre era más que lindo, era sexy y encantador y aparte tenía un aroma que se sentía cada vez que pasaba, y no sólo yo lo noté, la perrita, que lo había recibido a ladrido herido, no hacía sino seguirlo por todo el apartamento y aprovechar cualquier pequeño  instante para olisquearlo y cuando él salía se paraba en la puerta llorando pasito, como lloran los perros, hasta que volviera a entrar.

Durante toda la visita me pregunté que podía hacer, que podía decirle, como coquetearle, de manera que pudiera ser la “visita caliente” tan popular en el porno, o bueno, realmente no con esa intención –aún-pero por lo menos programar alguna otra visita en un futuro… y ¿qué podía hacer? NADA.  Qué podía hacer una mujer tímida como yo contando con la mala suerte de haber recibido a este hombre, no sólo de muy mala gana en principio, sino en el estado más desastroso posible: la casa con el desorden acumulado de la semana, el halagador rostro que queda después de una mala noche, una sudadera y saco que fue lo que logré ponerme en el apuro, siendo una buena elección para el técnico indeseado de costumbre, no era, ni de lejos, lo mejor que tenía en mi closet.

Me pasé una hora a punta de tímida amabilidad, que bien pudo parecer desinterés, y sólo pudiendo conversar con él sobre lo mucho que lo perseguía la perrita, sin querer confesarle que estuve a punto de hacer lo mismo para poder olisquearlo un rato… pero no lo hice, él se fue, sin siquiera arreglar del todo el problema- como para variar- ya que un falla en la red impedía que hiciera las verificaciones para poner a funcionar del todo el modem.


Se despidió con la promesa de volver y llamar antes de hacerlo… cosa que no hizo y tuve que llamar yo y esperar que un técnico al teléfono hiciera la verificación que había quedado faltando, así fue como acabó la vista- que bien habría funcionado como libreto para una producción porno de tercera- conmigo y la perra sentadas en la puerta llorando al técnico sexy que nos había alborotado las hormonas.